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CARTA A J. S.

Brownsville, abril 6 de 1993

J. S.
F.

Estimado hermano:
Saludos en el nombre del Señor.
Tal como me pediste, he estado repasando todo lo concerniente al Mesías reinante y al milenio, tanto en las lecciones de la Escuela Sabática de Cuba como en otras obras, y francamente te puedo decir que todavía no acabo de entender bien los detalles que enseñan unos y otros.
En noviembre de 1979 yo escribí un breve artículo acerca del milenio. No lo hice porque sabía lo suficiente para enseñar a otros, sino porque la oficina pidió a todos los oficiales que escribiéramos nuestros puntos de vista acerca del milenio, y yo cumplí con escribir lo poco que había aprendido en los escritos de Daddy, que más o menos trazan una ligera línea de interpretación.
Ahora, después de haber considerado las distintas corrientes de ideas al respecto, estoy más perplejo, pues todas las posiciones de los que han tratado de explicar el milenio dejan muchas interrogantes sin contestar.
Dice en Apo.10:6 que “El tiempo no será más”. Se sobreentiende que después del día postrero (o último día) no habrá más días, de lo contrario ese no sería el último. Si la resurrección de los justos será ‘en el día postrero’ (Dan.12:13; Jn.6:39, 40 y 54), ¿cómo se explica entonces que después de la primera resurrección, que es la de los justos, se siga contando el tiempo, hasta mil años más? ¿Serán, acaso, el milenio y el día postrero una misma cosa, tal como da a entender 2da. de Pedro 3:8? Y en ese caso, ¿será que el día postrero tendrá una duración de mil años? ¿O será que el milenio durará tan sólo un día?
Mucho me gustaría comprender bien todos los detalles del tiempo, el lugar y las formas del milenio y demás asuntos concernientes al Reino de los Cielos, pero creo que en lugar de romperme la cabeza, o de acomodarme fácilmente a las ideas de cualquiera de los tantos ‘cabecirrotas’ que pretenden penetrar en el futuro, lo mejor que debo hacer es preocuparme por vivir desde ahora como un fiel ciudadano del Reino. Eso me asegurará no sólo el llegar a conocerlo, sino también a disfrutarlo plenamente.
Te mando fotocopia del artículo que escribí en el 79, de unas preguntas que le contesté a J. y a V. en el 90, y de lo que aparece en los diccionarios bíblicos. Compara las distintas corrientes de ideas, y si llegas a alguna conclusión clara, házmelo saber.

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Recuerda que hay un mandamiento que dice: “Al príncipe de tu pueblo no maldecirás”. Hech.23:5 y Exo.22:28. Maldecir es decir mal de alguien. El príncipe de tu pueblo no es sólo el gobernante civil, también lo es el religioso, como lo era Ananías, a quien Pablo le habló en forma irreverente. Aunque Ananías era indigno de ostentar el cargo que ostentaba, y aunque Pablo ignoraba que era el sumo sacerdote, cuando lo supo pidió disculpas. Eso demuestra que el mandamiento sigue vigente, independientemente de si el príncipe es justo o no. Caifás fue usado por Dios con el don de profecía, no por su propia dignidad, sino por la dignidad del cargo que ostentaba. Jn.11:47-52. Todo eso demuestra que debemos ser respetuosos con nuestros superiores, aun en el caso de que no estemos en todo de acuerdo con sus actuaciones.

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Fíjate que te estoy hablando, no como a un aliado, ni como a un adversario, sino como a un hermano y amigo. Déjate aconsejar, que queremos ayudarte, pero primero es necesario que hagas todo lo que esté de tu parte por retornar a la comunión con la iglesia, ya que con mantenerte solo lo único que vas a conseguir es ahondar más tu aislamiento.
Saluda en mi nombre a tu familia. Te aprecia tu hermano en Cristo,

Ob. B. Luis